sábado, 23 de enero de 2010

¡Oye! ¡Tsss! ¡Tss!

Era al principio de los años ochenta cuando visité por primera vez España. El país me sorprendió. Ciudades magníficas, una naturaleza abundante y toda esta comida y bebida por precios absurdamente bajos (yo era un estudiante pobre). Sobre todo la facilidad en que se podía hacer contacto me atraía. Después de murmurar algunas palabras que parecían castellanas, siempre la gente estaba dispuesta de decir: ´Hablas bien el castellano.´ No era verdad, pero la mentira piadosa hacía que aprender la lengua fuese más atractivo. Entonces, no hacía mucho que España se había liberado de la dictadura de Franco y se podía percibir. Había curiosidad hacia el extranjero. La gente quería saber tu opinión sobre España. Preguntaban cómo se vivía en Holanda. Había más pobreza entonces en España. En las calles mendigaban discapacitados y también niños. Ha habido muchos cambios desde entonces, la mayoría favorables, en mi opinión. Pero desde luego también se echa de menos algunas cosas. Como el tsisear en las calles y en los bares.

Era un sonido que para mí era característico de España. Si quería pedir algo en un bar o en una terraza, no se podía esperar pacientemente probando de captar la mirada del camarero. Haciendo esto, nunca obtendría la bebida. Obligatoriamente se tenía que participar. ´¡Oye! ¡Tssss! Tssss!´ Un sonido producido entre los labios y los dientes. No se consideraba nada descortés producir este sonido en un local público. Al contrario. Los camareros reaccionaban inmediatamente. También cuando alguien veía un conocido en la calle, atraía la atención de esta persona con el mismo sonido. ¡Tssss! ¡Tssss! Se podía oírlo por todas partes. Siempre tardaba algunos días hasta que vencía mi timidez y me decidía participar alegremente en el coro de los tsiseadores.

En los años noventa lentamente el tsisear desaparecía como sonido característico. Más y más un movimiento con la cabeza bastaba para atraer la atención del camarero. En los bares se esperaba pacientemente hasta el turno para pedir respetuosamente una copa o una tapa. ¿Y hoy día? Vale, creo que casi nadie tsisea más.

Hace unos días estaba hablando con unos conocidos del Bierzo sobre el fenómeno. ´¿Por qué desapareció el tsisear?´ les pregunté. Me asombró mucho su respuesta que ellos no habían tsiseado en su vida. Porque es muy descortés hacerlo. Una falta de educación. En su memoria solamente se tsiseaba en bares de mala calaña. Seguramente nunca era una costumbre general. Tampoco en los ochenta.

Sus comentarios me confundieron. ¿Puede ser que este cambio cultural se producía tan gradualmente que los españoles mismos no se han dado cuenta? Como solamente se puede constatar que alguien ha envejecido, después de no haberse visto durante cierto tiempo. Si dos personas se encuentran cada día, los pequeños cambios se aceptan con obviedad. Como también pasa con los pequeños cambios de la propia cara que se ve cada día en el espejo.
¿O acaso yo estaba equivocado? Quizás al ser tan sorprendente para mí el tsisear de algunas personas, lo atribuía a todos los españoles. No estoy seguro. Pero creo que casi todo el mundo en España tsiseaba.

Roland

miércoles, 13 de enero de 2010

Funerales

Una tarde estuvimos tomando el té en la sala cuando llamaron a mi novia. Cogió el móvil y por su tono y expresión era clara que había malas noticias. Cuando se terminó la conversación dijo: ´Murió un padre de un amigo, tenemos que irnos.´ ´¿Qué? ¿Dónde? ¿Cuándo?´ ´Ahora mismo. Vamos al tanatorio.´ Y nos fuimos inmediatamente. En el parking del tanatorio ya encontramos a muchos conocidos. Dentro había colas de gente esperando para dar el pésame a los hijos y la madre. Estos, desde luego, estaban completamente desconcertados. El padre había fallecido la noche pasada.

Me extraña mucho que, la tarde después de morir alguien, la familia ya tiene que recibir a todos los conocidos. ¿Por qué tanta prisa? Vale, porque el día después habrá el funeral. ¿Pero por qué tan rápido? Casi no hay tiempo para dar aviso a todos los miembros de familia, los amigos, los conocidos y los colegas. En Holanda, normalmente, hay más o menos una semana entre el fallecimiento y el funeral. Esto da tiempo para asimilar la peor tristeza y enviar cartas a todos los conocidos para avisarles del acontecimiento y escribirles cuándo será el momento de dar los pésames y cuando será el funeral o cremación. Existen sobres especiales para avisar de un fallecimiento. Tienen una estría negra para que los correos lo repartan cuanto antes.

El día después de la visita al tanatorio fuimos a la iglesia para despedirnos del padre del amigo. La iglesia estaba en un pequeño pueblo aquí en El Bierzo. Mientras esperábamos en la iglesia llenísima, de vez en cuando una mujer recitaba algo en voz alta y un coro de mujeres respondió, todo esto muy rítmicamente. Era bonito, a un lado, pero también un poco escalofriante. Empezó el servicio. Como ateo extranjero no entendí mucho. De vez en cuando tuvimos que levantarnos, de vez en cuando el cura decía algo y toda la gente en la iglesia respondió. Se leía en voz alto un trocito de la biblia, y al final, cantando, se llevaba el ataúd afuera al coche. Después los viejos del pueblo formaban una cola para obtener una hostia del cura. Mientras todo el servicio no había ni una palabra dedicado al hombre fallecido. Era todo rito; nada personal.

Hoy día, en Holanda es costumbre que en los funerales miembros de la familia o amigos pronuncian un discurso sobre el fallecido en que se recuerda su vida y lo que significaba para otra gente. Entre los discursos hay música elegida por la familia y los amigos. Normalmente se trata de la música favorita del fallecido.

Ya tres veces en mi vida murieron persones importantes para mí. Un amigo, mi padre y mi madre. Las tres veces me he dirigido a la gente en la sala del cementerio. Las tres veces he ayudado a elegir la música adecuada. Sentía bien hacerlo. Discutir con mi tío sobre quién va a decir qué sobre mi madre. Hablar con mis hermanos y amigos sobre la música que le gustó más al fallecido. Es una manera de asimilar y compartir la tristeza. Desde luego, hablar en público mientras sintiendo una tristeza tan profunda puede ser muy difícil. A veces se tiene que llorar. La gente que escucha llora. ¿Pero no es esto la razón de estar allí en esa sala del cementerio? Llorar juntos. Despedirnos con tristeza. A veces con una sonrisa cuando se recuerda un anécdota bonita de la vida del fallecido.

Todo esto echaba de menos durante el funeral aquí en El Bierzo.

Roland