miércoles, 18 de enero de 2017

Impresiones de un guiri en Vietnam

Estamos en Ho Chi Minh Ciudad, antes conocido como Saigón. Primeras impresiones: calor tropical, ruido, tráfico caótico, contaminación, dinamismo. Para cruzar la calle se debe ir lentamente andando sin vacilar ni parar. La acera es apenas transitable. Dónde no están aparcados las motos hay gente vendiendo una variedad de cosas. Nos sentamos en una de las terrazitas con mesitas y sillitas de plástico para comer una sopa, como vemos haciendo a tantos vietnamitas. Deliciosa.

Todo el mundo se traslada con una moto, a veces con toda la familia sobre un vehículo, incluso el bebé que le dan el biberón mientras van de eslalon por el tráfico. Sin cesar indican con su claxon: aquí estoy. Reglas de tráfico no parecen existir. Tampoco en Sa Dec, la ciudad provincial en el Mekong Delta que es nuestro segundo destino. Nuestro taxista, que parecía tan confiable, decide en la primera rotonda inmediatamente girar hacia la izquierda contra la dirección del tráfico. Con bocinazos indica a los otros usuarios de la rotonda lo que va a hacer, y estos lo aceptan. Como guiri en Vietnam me pregunto cómo deciden quién es responsable en el caso de un accidente. Los argumentos usuales (tú me adelantaste a la derecha; yo tenía prioridad) no valen aquí nada. Y accidentes hay muchos; vi cuatro en dos semanas.

Estamos en un parque natural en el Mekong Delta lleno de monumentos de la guerra. Con canoas pasamos los escondites de los guerrilleros del Vietcong en el pantano. En la terraza del restaurante nos rodea un grupo de niños que están de excursión escolar. Quieren practicar su inglés con nosotros. Las mismas frases estandart que en España: How are you; I’m fine thank you; Where are you from? Noto que puedo contestar a esta última pregunta con: I’m from Spain. No ven la diferencia. Por fin puedo pasar por un español. No parecen saber la palabra Holland o The Netherlands. Ha Làn, explican nuestras guías, dos estudiantes con mucho talento. ¿Dónde ha ido el tiempo que holandeses podían aclarar su nacionalidad con la palabra Cruyff? Ahora nadie conoce a ningún jugador holandés. Conocen a Ronaldo, por cierto, y saben que juega en España. A una niña hago otra pregunta básica de cada método inglés: What are your hobbies? Selfies, contesta.

Desde la ciudad Hoy An visitamos los templos hindú en la selva de My Son, que los franceses descubrieron y excavaron en el siglo 19. También robaron todas las cabezas de las estatuas, explica nuestro guía local. Ahora están en El Louvre en Paris. En los años sesenta los americanos bombardearon el complejo de templos porque el Vietcong tenía aquí una base. Nuestro guía apunta a los cráteres de las bombas. Unos de los soldados del Vietcong era su padre, que por suerte pudo escapar a la selva. Hay también otros relatos. Unos días más tarde nuestro taxista cuenta como sus padres, unos campesinos en los montes cerca de la ciudad Hue, sufrieron bajo la opresión del Vietcong. A la mayoría de la gente no les gusta hablar de la guerra. The future is important, dicen. Not the past.

En la ciudad Hue encontramos un restaurante con sillas y mesas de plástico azul. Esto significa calidad, es mi hipótesis en base de una experiencia positiva en Ho Chi Minh Ciudad. Está lleno. Grupos de hombres, sobre todo, están sentados en las mesas con un cajón de cartón lleno de latas de cerveza en el suelo a su lado. Los bebidos hombres de la mesa al lado vienen uno por uno a nosotros para una charla en inglés o francés. Están celebrando que habían solucionado algún problema en su fábrica de ropa. Cuál es el problema exacto no llegamos a saber. Uno de ellos habla con el camarero para cambiar los platos que ya hemos pedido. Aquí se come cabra, dice con firmeza, mientras desplaza dos latas de cerveza en nuestra dirección. Unos momentos más tarde estamos comiendo goat hotpot. Los hombres, ahora de veras borrachos, se levantan, nos saludan en diversas lenguas y salen del restaurant.

Hanoi. Smog. Nos adaptamos y llevamos mascarillas como tantos vietnamitas hacen. Lo que es notable en las ciudades vietnamitas: no vemos nada que indica prostitución, criminalidad o drogas. Esto da un sentimiento de seguridad. Lo que si pasa es timar. Siempre tienes que regatear o pedir el precio con antelación. Otra cosa notable: la omnipresencia del budismo. No solamente en los preciosos templos; también muchas casas, tiendas y oficinas tienen un santuario y huelen a incienso. Nos sentamos en un balcón de un bar y miramos hacia la locura de la celebración de nuevo año abajo en la calle. Muchos guiris. Tan reconocibles. En comparación con los vietnamitas parecen a sacos de yute llenos de patatas con pies. Con excepción de mi mujer Ana y yo, desde luego. Joven guiris andan en grupos de bar a bar. ¿Cuánto tardarán las ciudades vietnamitas en parecerse a las ciudades mediterráneos? El proceso ya empezó. Por suerte pudimos ver muchas cosas auténticas. Pero a la vez contribuimos a turistización del país, por cierto.

Nuestros últimos días en Vietnam. La bahía de Ha Long. Un mar maravilloso con 2000 islas. Nos quedamos unos días en la isla más grande. Playa, andar un poco, comer, hacer nada. ¡Qué lujo!

Después de nuestro viaje nos quedamos una noche en Madrid. Dormimos desde la siesta hasta la mañana siguiente para quitarnos el desfase horario. Madrid es una tranquila ciudad de la provincia en comparación con Hanoi y Ho Chi Minh Ciudad. Miramos hacia atrás a una luna de miel fascinante y maravilloso. Vietnam tiene mucho futuro, es nuestra opinión. Vimos tanto dinamismo, tanto afán de trabajar y estudiar, tanto sentido comercial, tantos jóvenes con tanta curiosidad. En el autobús en la dirección del Bierzo nos asombra la autopista casi vacía, la meseta despoblada y que el chofer del autobús no utiliza su bocina ni una sola vez.