jueves, 12 de julio de 2018

Las largas vacaciones de verano

Cuando mi cuñada nos propuso que su hija, la pequeña Ana, viniera a dormir unos días en nuestra casa, nuestra primera reacción era una llena de entusiasmo. Pues, queremos mucho a la niña. Pero después tuve un ligero ataque de pánico. Mi mujer trabaja desde las ocho de la mañana hasta las tres de la tarde; ¿Cómo voy a entretener a una niña muy activa de nueve años durante tantas horas? Lo que ya había hecho dos veces con ella es subir El Pajariel; la niña es dura. Pero eso no fue en pleno verano, cuando hace tanto calor. Además, si fuéramos cada día de la semana a subir El Pajariel, la atracción de la subida sufriría de una fuerte inflación. Otra posibilidad, y algo que ya había hecho con ella varias veces, es ir a un parque infantil. Es bastante aburrido para mí, porque el libro o el periódico nunca puedo leer por miedo de perder la niña de vista. Y por las mañanas no suele haber muchos niños en los parques, lo que significaría que yo mismo tendría que bajar el tobogán o buscar la pelota que ella había escondida. Por suerte mi mujer tenía la solución: ‘No te preocupes, le busco un taller.’

Después de vivir nueve años en Ponferrada ya sé que la palabra taller no solamente refiere a un sitio dónde se repara coches, sino también a un sitio dónde niños hacen actividades. Durante el año escolar estos talleres y semejantes actividades infantiles organizadas son esenciales para la supervivencia de las familias. En esto no hay mucha diferencia con Holanda.  Jugar en la calle, como solía hacer como niño, casi no se hace hoy día en ambos países. Los niños van por las tardes a clases de inglés, pintar, bailar, ajedrez, música, deporte, no importa a dónde vayan o lo que aprendan, mientras que no estén en casa aburriéndose o, peor aun, jugando video games. En los veranos el problema en España se agrava. Mientras en Holanda las vacaciones escolares suelen durar unas seis semanas, los niños aquí empiezan las vacaciones en la última semana de junio para no volver a la escuela hasta la secunda semana de septiembre. Para los padres que trabajan y no tienen tantos días de vacaciones este periodo tan largo es desastroso. Por suerte hay los talleres, los campamentos, las ludotecas y tanta otra oferta de actividades más. A pesar de esto, le costó a mi mujer encontrar un sitio para su sobrina; la demanda es inmensa. Al fin pudo apuntar a la pequeña Ana en un campamento urbano en el Parque del Temple.

Así fue que cada día de la semana pasada andábamos mi sobrina y yo por la mañana hacia el Parque del Temple, que está a una media hora de nuestra casa. Hablamos en español y, a petición de sus padres, en inglés sobre temas interesantes como Starwars, las ardillas, los perros, los gatos y las palomas que yo proponía cazar para la comida lo que a ella le daba asco. A veces me corregía mi castellano, como yo lo hacía con su inglés. La pequeña y yo llevamos los dos nueve años viviendo en España, pero su castellano es, sin ninguna duda, mucho mejor que el mío. A la mitad de la semana empezaba a hablar con un acento gallego, mientras yo nunca perdí mi acento holandés. La vuelta a casa era siempre un poco más difícil; ya eran las dos, con tanto calor y ella tan cansada y hambrienta después de una mañana intensa. En los días de mucho calor solamente la promesa de un refresco con un pincho en Café Gijon la motivaba para andar un poco más rápida.

Durante la semana crecía en mi papel de tío y hasta me sentía orgulloso yendo por las calles con la pequeña Ana. Al pasar al café Gijon por la mañana saludé con un gesto jovial en dirección de la ventana aunque no pude averiguar si había alguien mirandonos, lo que también hacía pasando la panadería. En el parque hablé con otros familiares que estaban allí. Nada mejor para la integración de un guiri que cuidar a un niño. A los vecinos que nos saludaron y preguntaron:’ ¿Y esta niña, quién es?’ les expliqué que era mi sobrina y que por eso nos parecíamos tanto. Como siempre cuando hago esta broma, ella reaccionaba con: ¡No nos parecemos nada; tú te pareces a Claire.’ Claire es su muñeca favorita con la cual, según ella, tengo muchos rasgos en común, aunque no lo veo. Vale, abajo las fotos de nosotros para que los lectores lo comprueben.

Ahora, cuando estoy escribiendo este texto, es lunes. La pequeña Ana ha vuelto a Salamanca y en nuestra casa reina la tranquilidad del verano, con tiempo para hacer cosas como leer y escribir. Tampoco está mal, la verdad, porque no es nada fácil estar pendiente de una niña todo el tiempo. ¡Mi respeto a todas las familias que lo hacen con tanto amor, paciencia y dedicación!