viernes, 8 de marzo de 2019

¡Discriminación!

Ha tardado mucho pero ahora ha llegado el momento. Pertenezco a una minoría discriminada y excluida.

En Holanda a veces alardeaba de mi descendencia humilde. Por cierto, crecí en le barrio alrededor de la iglesia De Kolenkit en Amsterdam Oeste que en cierto momento fue declarado como uno de los barrios más problemáticos de Holanda. Pues bien, esto era después  de la temporada que viví allí como uno de los últimos representantes de la generación de baby boom que crecía en este barrio después de la secunda guerra mundial. Aunque no pertenecíamos a los más pobres de Holanda, éramos parte de la clase media baja.  Holanda era entonces ya un país próspero y una beca me permitía estudiar. Entonces, nunca pude utilizar mi descendencia humilde como explicación para mi no siempre tan exitosa carrera laboral, sobre todo cuando los descendentes de los inmigrantes marroquíes y turcos, que después venían a vivir en los barrios como el de mi juventud, encontraban problemas más serios que mi generación en el mundo educativo y laboral por atrasos de lengua, diferencias de cultura y discriminación.

Cuando venía a vivir en El Bierzo, ya casi hace diez años, pensé que tal vez pertenecería a una minoría excluida por ser un inmigrante, un extranjero que pronuncia el castellano con un fuerte acento de Amsterdam y sigue confundiendo las palabras femeninas y masculinas. Pero nada de esto; en general me recibieron muy amablemente. Como mucho consideraban mi acento gracioso o incluso encantador. Y muchos Bercianos estaban convencidos de que mi conocimiento de lenguas me daría oportunidades en el mercado laboral; al menos podría dar clases de inglés, alemán u holandés. Y así fue.

Pero ahora es oficial. Me discriminan. Es que cumplí en octubre 60 añitos. Aunque por las tardes doy clases particulares, todavía busco activamente un trabajo fijo en Ponferrada. Un vecino, guiri como yo, me habló de la posibilidad de trabajar como auxiliar de conversación para clases en inglés en escuelas secundarias. Por vía de la página web del ministerio de educación me inscribí.
Una funcionaria amable de la embajada española en Holanda, que parece tener la responsabilidad de la selección de auxiliares holandeses, me escribió un email en que me explicaba que no podría obtener el puesto por tener más de 60 años. La respondí que eso me extrañaba, porque todavía faltaban al menos 5 años hasta llegar a la jubilación y que eso me parecía un caso de discriminación por edad. Le pedí revisar la decisión.  No es una decisión personal, respondió, e hizo referencia a los requisitos que me enviaba como anexo. Respondí que entonces fue un caso de discriminación oficial y que iba a reclamar ante la inspección de trabajo o ante la UE. Unos días después recibí esta desestimación oficial.


Llamé al ministerio de educación en Madrid, pero allí me contestó una telefonista bastante menos amable que me explicó no era asunto del ministerio. Contesté que esto me parecía raro, porque claramente ponía el ministerio como remitente de la desestimación. La telefonista opinaba que hablara con un sesentón testarudo y se negó a pasarme con el funcionario responsable. Logró quitarme las ganas de reclamar la decisión. No me apetece nada luchar como un Don Quijote contra los molinos de viento burocráticos.

Pues bien, ahora sabéis, queridos ponferradinos, si me veis por la mañana en una terraza tomando un café con leche y leyendo el periódico, o si me veis disfrutando una caminata por El Pajariel escuchando los sonidos de los pájaros, no es que tenga tanto tiempo de ocio por falta de iniciativo o ambición. ¡Es que me discriminan!

De Kolenkit