jueves, 30 de mayo de 2019

Vi dos osos untar bocadillos

Quizás, mi primera fascinación por los osos venía de la literatura. Cuando tenía unos nueve años, leí el libro infantil Bolke el Oso. Lo devoré. Después tenía que leer todos los otros libros de la serie: El Hijo de Bolke, Bolke en América y unos más. Pues bien, solamente hay osos en Holanda en las circunstancias tan tristes de los zoos por lo cual gradualmente desaparecían de mi percepción para ser sustituidos por los animales que de veras viven en estado salvaje en mi país tan llano y mojado.

Pero cuando empezaba a pasar cada vez más tiempo en España, volvió mi esperanza de poder observar un oso en estado salvaje. La verdad es que durante mis caminatas por la montaña nunca vi ninguno, aunque estoy seguro de que ellos me vieron a mí. Al menos una vez estuve muy cerca. Era cuando pasé un fin de semana en un pueblito cerca de los Picos de Europa con unos amigos holandeses. Cuando caía la noche notamos que las ovejas se acercaban mucho a las casas mientras daban balidos. A la mañana siguiente, cuando salí para dar un paseo, el campesino estaba al lado de un cerezo caído sobre el suelo. ‘Esto lo ha hecho el oso,’ me explicó moviendo la cabeza. Llegué de este fin de semana a casa con unas garrapatas en mis piernas y no podía descartar que se trataba de unas garrapatas de un oso. Con orgullo me daba cuenta de que en este caso tendría un oso como hermano de sangre. 

Mi primera observación de un oso salvaje tuvo lugar hace dos semanas. Con mi mujer Ana, mi sobrina Merel y su marido Henk Jan estuvimos aquel fin de semana en el albergue estupendo de Salentinos, La Cabana del Trasgu, aquí en la montaña al norte de Ponferrada. También allí hay osos, a veces cerca del pueblo, pero a estos, desgraciadamente, no los habíamos visto el viernes cuando anduvimos por la nieve desde Colinas a Salentinos por el pico majestuoso de El Catoute. Como consuelo el dueño del albergue nos invitó el sábado a buscar los osos con su cuatro por cuatro. Paramos en dos sitios en El Bierzo. Ningún oso a la vista. Paramos en un sitio en Asturias donde había una señal de la carretera que avisaba de osos cruzandola. Pensé que se trataba de una broma, hasta de pronto Ana susurró: ‘Mira allí.’ Al otro lado del río vimos como un oso subía lentamente la ladera de la montaña. ¡Una sensación maravillosa! Más tarde aquel día vimos, en otro lugar, un segundo oso. A la vuelta hacia el albergue los holandeses empezaron espontáneamente a contar la conocida canción holandesa ‘Vi dos osos untar bocadillos, era un milagro...' (AQUÍ la versión en holandés y en castellano), lo que, después de la traducción, hizo los a los bercianos concluir que se debe tratar de osos holandeses en la canción. Los osos españoles no untan bocadillos. ¡Comen el menú del día!