miércoles, 18 de septiembre de 2019

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A mi padre le parecía su fecha de nacimiento graciosa. Diecinueve de septiembre de mil novecientos diecinueve, o sea 19-09-1919. Pero si bien se mira, era una fecha de nacimiento que en Europa no predecía nada bueno. Cuando él ya estaba jubilado, probé de investigar cuantos años había estado en el servicio militar, porque si fuera más de cinco años (creo), le darían una compensación financiera por tanto sufrimiento y la pérdida de los años de juventud. Por eso fui a El Instituto Neerlandés de la Documentación de la Guerra, el NIOD* por sus siglas en neerlandés (abajo una descripción, con una opinión de un guiri). No llegó a estos 5 años, porque no incluyeron los años en el Arbeitseinsatz, el trabajo forzado en Alemania.

Entró en servicio militar en 1937, pero después de su servicio normal había una movilización general por la amenaza de la guerra. Cuando ésta se estalló, estaba en la linea de defensa del río IJssel, en el este del país. Los holandeses pensaban poder frenar a los alemanes utilizando el agua como linea de defensa: los ríos y los terrenos inundados, como en el pasado siempre habían hecho. Los alemanes pasaban la linea de IJssel sin mucha lucha, y hacían de mi padre un prisionero de guerra. No mucho tiempo después tenía que ir a Alemania, cerca de Düsseldorf, como mano de obra forzada. Cuando una herida se infectaba, le enviaron a casa para curarsela. Hasta el fin de la guerra se quedó escondido en La Haya para evitar tener que volver a Alemania. 

No le gustaba hablar sobre aquel episodio de su vida, pero de vez en cuando, después de una copita, nos contaba algo. Sobre como vio los aviones alemanes cruzar el río IJssel, lo que significaba el principio de la guerra. Después vió como volaron un puente. Cuando no llegaron más ordenes, anduvo a la ciudad de Zutphen, dónde los soldados alemanes ya estaban arreglando el tráfico. Otro relato que recuerdo de él era sobre su estancia en Düsseldorf. Durante los bombardeos algunos trabajadores forzados (entre ellos mi padre) hacían sabotaje y descarrilaban trenes. En el último invierno de la guerra ya casi no había comida y combustible en Holanda, por lo cual tenía que ir a las dunas para buscar leña. Allí vio como los soldados alemanes lanzaban los V2’s, cohetes de larga distancia, en la dirección de Inglaterra.

Como niño pequeño le pregunté una vez con cierta entusiasma si había pegado un tiro a un enemigo, Sin duda habíamos visto unas de estas películas de la guerra que alaban la violencia. ‘Por suerte nunca,’ respondió. Sus años en la guerra me parecían llenos de aventuras, bastante diferente de la vida sosegada que teníamos allí en aquel barrio en las afueras de Amsterdam en los años sesenta. Pero siempre contaba sobre la guerra sin ningún afán de sensación y con desgana, como tantos otros de su generación.

Su vida mejoró mucho después de la guerra. Encontró trabajo, se casó con mi madre, tenían tres hijos, una casa de alquiler y todo con lo que solamente había soñado durante los años de la guerra: una vida con creciente bienestar y seguridad, aunque tenía que trabajar mucho. A veces, sobre todo bajo la influencia de sus tres hijos, cambió en el niño que una vez era. Eso pasaba cuando rodaba un balón de fútbol sobre el césped del parque, cuando anduvimos con el perro o cuando estuvimos de vacaciones en los bosques en el este del país. Después de su muerte fui a este último lugar para conmemorar a mi padre: los bosques alrededor del camping del pueblo Garderen. Probé encontrar el lugar donde cada mañana vimos serpientes calentándose en la arena, el matorral que cruzamos sin seguir una senda en la esperanza de ver un corzo o un jabalí, y este césped abierto en el bosque donde vimos un día muy pronto por la mañana una cierva con un joven ciervito; qué maravilloso era eso.

Que era un hombre muy solícito, lo noté una vez más en sus últimos días. A pesar de su sufrimiento se preocupó sobre todo de nuestra madre, que tendría que continuar sin él. Era un hombre bueno, nuestro padre. Hoy cumpliría cien años.

*NIOD, Nederlands Instituut voor de Oorlogsdocumentatie, Instituto Neerlandés para la documentación de la guerra ((para ver información en inglés, haz click AQUÍ).
Este instituto se encuentra en el Herengracht en Amsterdam. Allí se pueden encontrar documentos sobre la guerra, el Holocausto y, hoy día, otros genocidios. El instituto desempeñaba un papel importante para asimilar las heridas que dejaba la segunda guerra mundial en Holanda. Tanto como posible archivaron documentos oficiales, fotos, relatos de los testigos presenciales sobre los actos de la resistencia, los actos de los traidores, las víctimas de persecución, y otros testimonios.

En mi opinión (de un guiri) hace falta un instituto como éste en España, aunque sea tal vez un poco tarde, para sellar las heridas de la guerra civil y la represión de la dictadura. Dería ser un instituto sin ideología política, o tal vez algunos institutos regionales, donde cualquier persona puede buscar e investigar información y documentos de los años 1936-1976, por ejemplo.

El año pasado fuimos a una presentación de una investigación histórica sobre los políticos bercianos que fueron ejecutados durante y después de la guerra. Los historiadoras dijeron que a menudo encontraban los documentos en muy mal estado en los sótanos de los ayuntamientos. Se debe evitar que se pierda material histórico tan importante, creo yo.

La familia Knoppe en 1958