miércoles, 13 de noviembre de 2019

Confundido

El domingo pasado era el 10 de noviembre 2019. En aquel día de las elecciones nacionales elegí mal. Me confundí.

Después de la comida anduvimos mi mujer Ana y yo en la dirección de la escuela donde nuestro barrio siempre tiene su local de votación. El Campo de los Judíos, se llama la escuela, un nombre que puede confundir a un guiri del centro de Europa. Es que campo puede significar dos cosas: un campo como en campo de concentración, o un campo para cultivar hortalizas. Por suerte el nombre tiene solamente que ver con la última significación. Nuestro barrio se llama el barrio judío, lo que de veras era en la Edad Media, y donde está la escuela estaban entonces las tierras de cultivo.

En frente de la escuela hay algunos contenedores para el reciclaje de la basura: uno para el papel, otro para el vidrio y uno para el aceite de la cocina. En una bolsa de compras llevaba unas botellas vacías y una botellita de plástico llena de restos del aceite. Era allí donde me confundí. Desatraído por nuestra conversación sobre la política, tiré la botellita con el aceite en el contenedor del vidrio. Lentamente me daba cuenta del tamaño del desastre ambiental. A pesar de ser tan pequeña, esta botellita de plástico había tardado mucho tiempo para rellenarse con aceite utilizado. Es que no freímos tanto en la cocina y muchas veces utilizamos el aceite de las latas de pescado para aliñar la ensalada. Pero lo consideré una tarea importante rascar los sartenes con una espátula encima de un embudo que estaba en la botellita para no perder nada del aceite. Y ahora había arruinado tantos meses de separar basura en un instante de despiste.

Es que aquel domingo no era mi día. Tal vez fuera una suerte que, por ser extranjero, en las elecciones no podía votar. Quién sabe que partido habría votado, si otra vez hubiera sido despistado, justamente ahora, cuando la política española parece ser dominada por sentimientos nacionalistas, tanto de los partidos separatistas como de los partidos nacionales que luchan por tener el discurso más patriótico. El partido más temible es, sin ninguna duda, Vox. Además de un discurso implacable sobre inmigrantes y su énfasis sobre la unidad de España, quieren proteger la identidad española, en la cual no reconozco nada de la gente que conozco aquí en El Bierzo o en otros lugares del país. La mayoría de la gente es moderna. En sus vidas los toros, la caza, la familia nuclear, el catolicismo y el Viva España no desempeña un papel importante, como Vox quiere hacernos creer. Partes de su programa parecen ser escritos por un guiri mayor con muchos estereotipos sobre los españoles. Solamente faltan las tapas y la siesta.

En el colegio electoral no había mucha gente. Mientras Ana votaba, me ofrecieron un huevito de chocolate como consuelo por no poder votar. Después fuimos hacia afuera. El sol se asomaba entre las nubes de lluvia que habían reinado toda la mañana. Decidimos dar un paseo por el centro de la ciudad. Elegimos bien.