miércoles, 5 de marzo de 2025

Pertenecer

¿Cuándo perteneces realmente, como inmigrante, a El Bierzo? Muchas veces me lo he preguntado.

Por supuesto, hay el acento berciano, con esta cadencia melodiosa que parece al gallego. No he aprendido hablar con ese acento y nunca lo haré. Emigré demasiado tarde para eso. Por mucho que practique, sigo hablando español con acento guiri.

He estado varias veces en la cima de El Catoute, la segunda montaña más alta de la región. Se dice que un verdadero berciano debe escalar esta montaña emblemática.  Claro es que eso no significa que cada uno que suba al Catoute sea un auténtico berciano.

Pero ahora creo que he pasado la verdadera prueba. El examen de integración, se puede decir.

Para ello, fui un sábado por la mañana al mercado. El mercado de Ponferrada merecería ser una de las principales atracciones turísticas, con todos esos vendedores que ofrecen sus productos de la huerta. Le compré las verduras a uno de ellos. Podría ser repollo, pero esta vez elegí esa variedad especial de col que lleva un nombre que suena como un poema: la berza de asa de cántaro.

Luego me dirigí al mercado cubierto, donde, según los expertos, en el puesto de Julio se vende el mejor botillo. Me uní a la larga fila de personas que aparentemente también lo sabían. También compré una androlla, una salchicha hecha con trozos de la piel de un cerdo.

Una vez en casa, cocí el botillo y la androlla, envueltos en paños de cocina para evitar que estos se quiebran y pierden sabor. A partir de ese momento los paños se llaman paños de botillo, porque el botillo lleva tanto pimentón que después los paños no se pueden utilizar para nada más.
En algún momento también van en la cazuela las patatas y la berza, para que cojan el sabor del botillo.

Luego fuimos, con la cazuela todavía caliente, a Bembibre, el pueblo de El Botillo. Esto se anuncia con orgullo a lo largo de la carretera al entrar al pueblo. Cada año se celebra en Bembibre el famoso festival del botillo que cada vez atrae a más gente.

El panel de prueba lo formaron mi mujer Ana, nacida y criada en Bembibre, y su tía aún más berciana Maru, de 93 años.  En la cocina de tía Maru comimos. Me puse un poco nervioso, pero afortunadamente les encantó mi botillo. “¡Muy rico, un diez!”, dijo tía Maru entusiasmada. Creo que aprobé el examen.

La verdad es que el plato no fue muy difícil de preparar. Sólo es cuestión de comprar los ingredientes adecuados y cocerlos. De todos modos, lo que cuenta es la idea; un rito de iniciación no tiene por qué ser complejo.

En cualquier caso, la siesta después de la comida fue tan necesaria como merecida.

(el video con fotos y el mismo texto se puede ver AQUÍ)