Estamos de
acuerdo en que es una sorpresa positiva que aquí en Granada parecen apreciar la
sociedad multicultural, aunque sea la de la Edad Media. Los paneles turísticos
hablan con elogio sobre la tolerancia mutua que hubo entre los musulmanes,
judíos y cristianos. Esto, desde luego, puede ser un deseo; una escapada romántica
hacia un pasado idealizado en estos tiempos en los cuales el odio religioso
parece crecer. Los diferentes grupos de la población vivían en barrios
separados, incluso separados por muros; los musulmanes en el Albaicín y los
judíos en El Realejo, hoy día barrios maravillosos con laberintos de callecitas
con casitas y palacios blancos.
Explico a mi
mujer que esta separación me recuerda a la coexistencia que había (y hay) entre
las diferentes religiones en Holanda. Por cierto, no había muros físicos entre
los grupos, pero si muros sociales. Además de sus propias iglesias, cada
religión tenía sus propias escuelas, hospitales, clubs de fútbol, emisoras de
televisión y radio, residencias de ancianos, campings o lo que sea. Desde los
años 60 del siglo pasado la separación entre los grupos diluía por la rápida
secularización, aunque parece haber vuelto ahora con los inmigrantes de tantas
culturas diferentes. Yo mismo, por no tener ninguna educación religiosa,
siempre iba a escuelas públicas, pero uno de mis mejores amiguitos de mi
infancia iba a una escuela católica en otro barrio, aunque la escuela pública
estaba en nuestra calle. Era algo que los otros niños de la calle no podíamos
entender muy bien, como tampoco entendimos porque los domingos por la mañana
siempre faltaba en el partido de fútbol en la calle.
Desde la
reconquista habían en España apenas otras religiones que la católica; los
musulmanes y judías fueron expulsados, los protestantes persequidos. Pero hoy
día hay más variedad religiosa, sobre todo por la inmigración. También los
evangelistas, las pequeñas sectas protestantes y los mormones son muy activos
en su afán de convertir a la gente. En Ponferrada ya tuve varias veces testigos
de jehová en la puerta y la iglesia más cercana de nuestra casa es la iglesia
evangelista de la población gitana. A pesar de todo esto, España sigue siendo un
país católico. Lo noto por ejemplo cuando hablo con españoles sobre la guerra
de 80 años entre la república de los países bajos y el imperio de Felipe II. Mucha
gente aquí, hasta profesores de historia, hablan de una guerra entre los
protestantes y los cristianos, como si los protestantes no fueran cristianos. Este
lenguaje debe ser el resultado de tantos años de educación católica, incluso en
las escuelas públicas. En Holanda son más bien las organizaciones protestantes las
que llevan la palabra ‘cristiano’ en su nombre, mientras partidos y
organizaciones católicas llevan la palabra ‘católico’.
Cuando hemos
terminado el couscous miramos por la ventana. La lluvia cae en la calle oscura.
Nos quedamos un poco más en este restaurante agradable y tomamos un té mientras
hablamos de los planes que tenemos para los días que nos quedan de estas
vacaciones breves. Decidimos visitar más monumentos de la época musulmana en
Andalucía, porque son tan hermosos y además provocan reflexiones sobre nuestro
pasado y la sociedad de hoy día.
Buenas:
ResponderEliminarLa misma historia se aplica sobre el mito de las tres culturas en Toledo: la realidad era, como bien describes, que la cosa iba de “juntos, pero no revueltos”.
Sobre la guerra de los 80 años, ahí la culpa es del padre de Felipe II, el tal Keiser Karel (Carlos I para nosotros), el cual le mete todo el odio al protestante que puede al hijo, un hombre que no salió jamás de la corte y que se pasaba el día rezando en El Escorial.
Esta parte, sobre todo por aquí en Holanda, es un dato absolutamente desconocido (pero, ya se sabe, la Historia son retazos inconexos que, entre diferentes pueblos, se leen de forma distinta.
Buen post, Roland :-)