Era durante la
caminata estupenda a las lagunas de Fasgueo cuando aproveché una pausa para pelar
la naranja que había traído hacia tanta altura. Uno de los excursionistas me
dijo: ‘¡Qué apropiada: una naranja!’ No entendí muy bien el porqué de este
comentario y respondí: ‘Si, desde luego, en España se debe comer naranjas,
¿verdad?’ Me explicó que se refería al color naranja de la familia real en Holanda.
‘Ah, claro ….,’ respondí vergonzosamente por mi lentitud de entender. Mientras descendimos
hacia Las Brañas de Susañe no pude evitar pensar en las familias reales de mis dos
queridos países.
En mi opinión
un cargo importante se debe ganar por méritos y no por herencia genética. Pues,
en principio soy un republicano. Ya desde hace mucho. En el año 1980, cuando
había la coronación de la reina Beatrix en Ámsterdam, estuve en la
manifestación en contra de la celebración. La manifestación consistía sobre
todo de okupas y anarquistas; el código de vestimenta era negro. En el momento
el que apareció la policía muchos de los manifestantes se volvieron
completamente locos y empezaron con un espantoso fanatismo a tirar piedras a
las cabezas de los policías. Aquel día perdí por completo la confianza de que
de una revolución violenta pudiera llegar algo bueno.
Durante los
años después la popularidad de la reina Beatrix en Holanda iba en aumento, sobre
todo porque no había demasiados rollos. No había casos de corrupción. Ella ni
su marido tenían amantes secretos. El asunto de una nuera que en su juventud
había tenido una relación con un jefe de un cartel de drogas se solucionó con
quitarle los derechos al trono al segundo hijo. El asunto del padre de Máxima,
que había sido un ministro del sangriento régimen de Videla en Argentina, se
solucionó con prohibir que los suegros del que sería rey asistieran a la boda y
a la entronización. Las críticas más duras que recibió Beatrix vinieron de los
partidos populistas de extrema derecha, porque la reina se atrevía en sus
charlas de Navidad hablar sobre la tolerancia y la riqueza de la diversidad
cultural. Por lo demás Beatrix era una reina respetada por casi todos los
holandeses, incluidos los republicanos como yo.
¡Qué
diferencia con la casa real de España! Aquí la monarquía parece perder cada vez
más su apoyo en la sociedad. La famosa foto de Juan Carlos con el elefante
muerto generó muchos comentarios críticos, sobre todo porque el viaje a África en
medio de la crisis había costado una fortuna. Peor, obviamente, es el caso de
corrupción de yerno del rey y la Infanta Cristina. Ahora los jueces han decido
que la infanta misma no va a ser perseguida por el caso Nóos, lo que no hace
exactamente crecer la popularidad de la familia real. Muchos españoles creen
que la infanta está protegida por su padre u otras instituciones. Hasta ahora
el Príncipe de Asturias no está involucrado en el caso Nóos. Parece que ya
están preparando a la gente para una futura sucesión. Para mi sorpresa vi en
las noticias de TVE1 un discurso en inglés de Felipe para algún fórum internacional
con subtítulos, pues sin que sonara esta voz superpuesta en castellano, como
suelen hacer con oradores en inglés menos talentosos como Obama o Cameron.
Son las
vueltas de la historia. Holanda, este país que en el siglo 16 se reveló contra
‘el rey de España’, el país que en los siglos 17 y 18 era una de las pocas
repúblicas del mundo, el país que hace poco tenía el nombre de ser un modelo de
progresividad, ahora se ha envuelto en el cursi color naranja de su familia
real. Mientras en España la casa real parece hacer todo lo posible para
conducir hacia la tercera república.
La bandera de la república en una manifestación
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