jueves, 5 de diciembre de 2024

Con pequeños pasos en camino al paraíso

Cuando era muy joven, unos quince años creo, circulaba en el colegio un chiste que fue más o menos así:
¿Cuándo se convertirá Europa en un paraíso?
Los británicos obtienen el Ministerio del Humor, los franceses el Ministerio de Gastronomía y los alemanes el Ministerio de Trabajo.
¿Cuándo se convertirá Europa en un infierno?
Los británicos obtienen el Ministerio de Gastronomía, los franceses el Ministerio de Trabajo y los alemanes el Ministerio del Humor.

La unificación europea todavía estaba en su infancia en ese momento, pero ahora que la UE puede estar a punto de jubilarse anticipadamente debido al ascenso de la extrema derecha, de vez en cuando pienso en este chiste y trato de encontrar variantes modernas.

Los dos países en los que he vivido hasta ahora estaban ausentes de ese chiste. En aquel momento, la España franquista no tenía cabida en el proyecto europeo. El hecho de que los Países Bajos faltan me hace sospechar que puede tratarse de una broma de un comediante británico, también porque le había asignado el Ministerio de Humor a su propio país.

Pero ahora que los británicos nos han abandonado y España se unió ya hace tanto tiempo, las cartas, por supuesto, se están barajando de nuevo.

Los Países Bajos pueden simplemente asumir el papel de los británicos, de modo que en el paraíso tenemos el Ministerio del Humor. Al fin y al cabo, en ningún lugar hay tantos bromistas profesionales como en los Países Bajos. Dada nuestra cultura de snacks grasientes y mayonesa, nos iría muy bien el Ministerio de Gastronomía en el infierno.

A España le asigno el Ministerio del Amor en el paraíso (pero eso puede ser una opinión personal).

La idea del ministerio para España en el infierno se me ocurrió esta semana mientras iba tranquilamente a tomar un café a una cafetería por la mañana. Como siempre, había un televisor encendido. De hecho, había dos televisores encendidos, cada uno con un canal diferente. Entonces vi dos tertulias al mismo tiempo. Por suerte sonaba solamente el sonido de una televisión que ya significaba suficientes gritos de opiniones desequilibradas. Era una tortura, casi peor que los debates en el congreso sobre amnistías, corrupción, o lo que sea.
Pero me daba esa idea: Para el infierno le doy a España el Ministerio de Retórica.

Bueno, veamos primero si el proyecto europeo sobrevive y luego podemos intentar dar pequeños pasos hacia el paraíso. ¡¡¡Con menos patatas fritas con mayonesa y discusiones inútiles, pero con más humor holandés y amor español!!! ¡¡¡Olé!!!



De esta Opinión de un Guiri se puede ver el vídeo. Haga clic en el foto.


jueves, 17 de octubre de 2024

El poder creativo del aburrimiento

Estoy cenando con Ana. Lo hacemos temprano para los estándares españoles; cenar antes de las nueve de la noche es para guiris.

Empezamos a hablar de la serie que seguimos a través de Filmin. 
En la serie, la policía está en contacto por Skype con unos secuestradores cuando suena una explosión en algún lugar. Miden cuánta diferencia hay entre el sonido que escuchan directamente y a través de la conexión de Skype y así localizan el sitio donde están los secuestradores.

‘Es un poco improbable, ¿no crees?’ dice Ana.
‘Un poco si, pero mi padre me enseñó a calcular la distancia de un rayo utilizando la velocidad del sonido.’
‘¿De veras?’
‘Sí, el sonido viaja aproximadamente a 1 kilómetro cada 3 segundos, así que cuando veíamos un rayo siempre contábamos: "eenentwintig, tweeëntwintig, drieëntwintig" hasta que oíamos el sonido del trueno.’
‘¿Por qué con veinte y uno, veinte y dos veinte y tres?’
‘Si cuentas "één, twee, drie", es demasiado rápido. A menudo también contaba así cuando estaba jugando wiphonkbal.’
Incluso después de traducir esta palabra en beisbol de balancín, Ana sigue mirándome sin entender nada. Así que una vez más tengo que explicar algo sobre mi juventud.

‘Cuando era niño quería jugar al futbolín, pero en casa no lo teníamos. 
Entonces corté dos porterías de una vieja caja de zapatos. También corté algunos trozos de cartón alargados y los doblé por la mitad en un ángulo de aproximadamente 90 grados. Esos eran los jugadores. La pelota era un trozo redondo de cartón con cinta adhesiva alrededor.
Puse dos equipos sobre la mesa y dos porterías en lados opuestos. Al jugador más cercano al balón se le permitió disparar o pasar. Lo llamé fútbol de balancín.

Pero en aquel tiempo prefería jugar béisbol. Le dije a mi hermano Willem que era una pena que eso no fuera posible porque los jugadores de cartón no podían correr de una base a otra.
“Entonces hay que contar”, sugirió mi hermano. 
"Por ejemplo, después un bateo, el equipo que defiende debe meter la pelota en la portería de la primera base dentro de los diez segundos; de lo contrario, el bateador va a la primera base".
Así que a menudo jugaba béisbol al balancín contando “eenentwintig, tweeëntwintig, drieéntwintig…”’
‘¿Solías jugar solo?’, pregunta Ana.
‘A menudo. Recuerdo que una vecina que estaba de visita me observó un rato mientras estaba ocupado con los trozos de cartón, murmurando todo el tiempo “eenentwintig, tweeëntwintig, drieëntwintig”. Y eso mientras no había ninguna tormenta cerca. Le parecí un niño bastante extraño, estoy seguro.
Pero a veces un amigo del barrio, Henny, venía a visitarme para jugar. Había creado su propio equipo.

Lo extraño fue que con el tiempo mis jugadores adquirieron una especie de carácter. Sentía cariño por ellos. Se convirtieron en mis amigos de cartón.’

‘Qué historia más interesante’, dice Ana. ‘Si hubieran existido videojuegos como Playstation en aquel entonces, nunca habríais creado ese juego.’
‘Efectivamente. Y si el tiempo en Holanda siempre hubiera sido agradable, habríamos jugado afuera. Beisbol de balancín fue el fruto del poder creativo del aburrimiento.’

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martes, 1 de octubre de 2024

El tiempo pasa volando

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O se puede leer el texto:

El tiempo pasa volando

Es viernes 20 de septiembre. Esta última noche de nuestras vacaciones estamos sentados en una terraza. 
Por supuesto, repasamos los puntos culminantes de las últimas dos semanas.
Mientras tanto, bebemos y comemos algo.
Y de vez en cuando echamos un vistazo al Partenón iluminado en lo alto de la Acrópolis.

Estas vacaciones fueron especiales para Ana porque era su primera vez en Grecia.
Estas vacaciones fueron especiales para mí porque estuve aquí como interrailer hace 44 años.

Le cuento a Ana que estos días he estado muy consciente de que todo es pasajero. No sólo por las ruinas de aquellas antiguas civilizaciones griegas, sino también porque me quedaba poco de aquel viaje de mi juventud. Los recuerdos también son pasajeros.

Así que aquí en Grecia a veces buscaba desesperadamente lugares que me parecieran familiares. Por supuesto, ya había estado en la Acrópolis. No recuerdo mucho al respecto, excepto que creo que ya entonces era muy concurrido. El tipo de turista ha cambiado, eso sí. Los turistas de hoy son en promedio mayores; muchos parecen haber venido tambaleando directamente desde el crucero. Si hay jóvenes, ciertamente están mejor vestidos que nosotros entonces. Y hay más diversidad cultural. Todos tienen sus teléfonos móviles al mano, igual que nosotros. Queremos almacenar nuestros recuerdos en una memoria digital.

Al principio temíamos que el turismo de masas arruinara el placer de este viaje. Por cierto, muchas casas en Atenas también se han transformado en lucrativos apartamentos turísticos. Las tiendas "normales" se convirtieron en tiendas de souvenirs o trendy shops. Eso puede molestar, pero por otro lado, nosotros mismos hemos contribuido al fenómeno, especialmente ahora que nuestras vacaciones son cada vez más lujosas. El turismo de maletas con ruedas simplemente tiene un mayor impacto en el medio ambiente que el turismo de mochila.

Hacemos desaparecer estas consideraciones morales con una última copa de vino y miramos la Acrópolis por última vez. Es fantástico aquí. Un lugar para nunca olvidar.



sábado, 24 de agosto de 2024

Un paseo en agosto

Como no tenía estudiantes para mis clases en línea esta mañana, decidí dar un paseo temprano por la mañana. Todavía el tiempo era agradable y fresco. Mientras caminaba por el río Sil, observaba atentamente el agua para ver si nadaban nutrias. Un chapoteo dio esperanzas, pero resultó ser un pez, probablemente una trucha.

Después de cruzar el puente, comencé a subir. Ahora que estamos en pleno verano, ya son pocos los pájaros que cantan, pero pude oír algunas notas vacilantes de una oropéndola entre los árboles abajo a lo largo del río. Quizás un animal joven que estaba practicando para el próximo año cuando tenga que comenzar el verdadero trabajo.

Decidí dar un paseo más largo hasta el campo de ciervos, justo encima del pueblo de Toral de Merayo. Cuando llegué al punto donde suelo hacer la última subida, me quedé en shock. En lugar de ese hermoso y empinado camino, había un cortafuegos amplio, en el que todavía se podían ver las huellas de las máquinas que habían destruido los árboles y arbustos. 

Por un momento me enfadé por tanta intervención humana en esta riqueza natural. Aunque El Pajariel está cerca de Ponferrada, la cresta está llena de animales. Incluso los lobos vienen a echar un vistazo de vez en cuando.

Pero poco a poco la ira dio paso a la comprensión. La intervención era necesaria para proteger la naturaleza, ahora que los veranos parecen ser cada vez más calurosos y secos y siempre hay locos cuya afición es quemar las laderas de las montañas.

Subí por el cortafuegos y una vez arriba, con el sol naciente a mis espaldas, tomé la foto de abajo. Bueno, a veces la destrucción crea una imagen bastante bonita.


Esta entrada se puede también ver como video: AQUÍ

martes, 6 de agosto de 2024

Si me quieres, dímelo

 Esta vez mi entrada consiste solamente de una canción para celebrar 8 años de matrimonio.

Pincha le foto para ver el video y escuchar la canción.



jueves, 21 de marzo de 2024

¡Peluquería!

Son las tres de la tarde del jueves. Estoy en la cocina con el delantal puesto, revolviendo la sartén. Es un plato que ya he preparado algunas veces y que hemos llamado stampota: una combinación de la palabra neerlandesa stamppot (patatas machacadas con una verdura, esta vez kale de tierras Bercianas) y pota guisada.
Entra mi esposa Ana. Está cansada y hambrienta después de un largo día de trabajo. “Huele bien, es stampota, ¿verdad?”, dice alegremente. Nos besamos. Me da un papel. "Mira, este folleto estaba en mi trabajo, por si no te apetece cocinar." Miro con un poco de sorpresa las fotografías en colores vivos de los platos de un restaurante de kebab. 
En realidad no es nuestra comida favorita, aunque en Holanda de vez en cuando comía pizza turca después de jugar al fútbol.
Le doy la vuelta al folleto e inmediatamente veo una palabra holandesa.
'¡¡El kapsalon ha llegado a Ponferrada!!', le grito entusiasmado a Ana. Ella me mira sin entender nada. Mientras comemos le explico la historia de este plato con un nombre peculiar. Pues, kapsalon significa peluquería.  

Todo empezó en 2003 en Róterdam, cuando el propietario caboverdiano de una peluquería pedía siempre el mismo plato en un snackbar turca. Consistía en todos los ingredientes disponibles: carne (shawarma o hoy en día también kebab), patatas fritas, queso, salsa de ajo y ensalada. El plato conquistó todo Róterdam, luego los Países Bajos y parece que también se encuentra en lugares lejanos como Indonesia y Vietnam. Y ahora incluso en Ponferrada. Eso significa que la conquista del mundo está completa.

“¿Pero piensas pedirlo alguna vez?”, pregunta Ana mientras sirve felizmente una segunda ración de stampota.

Desafortunadamente, el kapsalon no es realmente saludable para un hombre de 65 años que tiene que controlar su colesterol. Carne, queso, patatas fritas, salsa y un poco de ensalada para lavar el plato verde, todo es demasiado malo. Aún así, después de una larga caminata, algún día iré al restaurante de kebab y lo pediré, aunque sólo sea para escuchar cómo pronunciarán el nombre de este producto multicultural de tierra holandesa.

“¡Kapsalon”, intenta Ana. 
Suena bien.

viernes, 12 de enero de 2024

La tierra de había una vez

Hay un ambiente agradable. Los pinchos y bebidas están en la mesa donde pronto tendremos una comida abundante. Ahora tomamos los aperitivos y nos saludamos. Me habla un viejo conocido. ‘¡Oye, qué gusto verte!’, dice. ‘¿Cómo te sientes al regresar a tu tierra?’ ‘Eso siempre es agradable’, respondo. Me mira dubitativo por un momento. Reconozco esa mirada y creo saber de que tema va a hablar. Es que aquí casi todo el mundo empieza a hablar de ello. Y así es. ‘Bueno, pero ahora estás en el país de Geert Wilders. ¿Quién hubiera pensado que eso una vez sería posible, verdad?’

Aquí en los Países Bajos se habla mucho sobre el asunto, pero la victoria electoral de Wilders también fue una gran noticia en España. El imagen de Holanda como un país progresista ya se estaba desmoronando durante los gobiernos de Rutte. Y ahora los últimos resultados electorales se sumaron a eso. Los Países Bajos bien podrían convertirse en la nueva Hungría o Polonia de la Unión Europea.

Aunque nada menos que el 25% de los votos de las últimas elecciones fueron para el partido de extrema derecha de Geert Wilders, no he oído a ninguno de mis conocidos holandeses decir que pertenecen a este grupo. Eso no es extraño. Después de todo, se elige a los amigos. O para decirlo de manera menos positiva: todos vivimos en una burbuja de la propia razón. Además, la extrema derecha no había obtenido tantos votos en Ámsterdam. Por un lado, este no-pasarán electoral fue un motivo para estar orgulloso de la ciudad donde viví durante los primeros 50 años de mi vida. Pero, por otro lado, se reforzó la sensación de que existe una brecha insalvable entre la izquierda y la derecha, entre la ciudad y el campo, entre el bebedor de leche de avena y el carnista, entre los europeístas y los nacionalistas.

Todo parece tanto una pérdida de tiempo. Hay tantos problemas importantes en el mundo que deben resolverse: el cambio climático, las guerras, el crecimiento de la desigualdad de la riqueza y las emisiones nocivas de la industria, de la agricultura y de los hogares. Es necesario elaborar una política cuidadosa en la que participe el mayor número posible de personas. Las políticas chillonas en contra de los inmigrantes no resuelven nada en absoluto.

Pero ahora, durante esta cena de Navidad, no tengo muchas ganas de hablar de política. Brindo con mi viejo conocido y digo: 'Para mí, Holanda siempre será un país en el que siempre me sentiré como en casa.' Mientras bebo mi vino, espero que eso sea cierto.