Estoy cenando con Ana. Lo hacemos temprano para los estándares españoles; cenar antes de las nueve de la noche es para guiris.
Empezamos a hablar de la serie que seguimos a través de Filmin.
En la serie, la policía está en contacto por Skype con unos secuestradores cuando suena una explosión en algún lugar. Miden cuánta diferencia hay entre el sonido que escuchan directamente y a través de la conexión de Skype y así localizan el sitio donde están los secuestradores.
‘Es un poco improbable, ¿no crees?’ dice Ana.
‘Un poco si, pero mi padre me enseñó a calcular la distancia de un rayo utilizando la velocidad del sonido.’
‘¿De veras?’
‘Sí, el sonido viaja aproximadamente a 1 kilómetro cada 3 segundos, así que cuando veíamos un rayo siempre contábamos: "eenentwintig, tweeëntwintig, drieëntwintig" hasta que oíamos el sonido del trueno.’
‘¿Por qué con veinte y uno, veinte y dos veinte y tres?’
‘Si cuentas "één, twee, drie", es demasiado rápido. A menudo también contaba así cuando estaba jugando wiphonkbal.’
Incluso después de traducir esta palabra en beisbol de balancín, Ana sigue mirándome sin entender nada. Así que una vez más tengo que explicar algo sobre mi juventud.
‘Cuando era niño quería jugar al futbolín, pero en casa no lo teníamos.
Entonces corté dos porterías de una vieja caja de zapatos. También corté algunos trozos de cartón alargados y los doblé por la mitad en un ángulo de aproximadamente 90 grados. Esos eran los jugadores. La pelota era un trozo redondo de cartón con cinta adhesiva alrededor.
Puse dos equipos sobre la mesa y dos porterías en lados opuestos. Al jugador más cercano al balón se le permitió disparar o pasar. Lo llamé fútbol de balancín.
Pero en aquel tiempo prefería jugar béisbol. Le dije a mi hermano Willem que era una pena que eso no fuera posible porque los jugadores de cartón no podían correr de una base a otra.
“Entonces hay que contar”, sugirió mi hermano.
"Por ejemplo, después un bateo, el equipo que defiende debe meter la pelota en la portería de la primera base dentro de los diez segundos; de lo contrario, el bateador va a la primera base".
Así que a menudo jugaba béisbol al balancín contando “eenentwintig, tweeëntwintig, drieéntwintig…”’
‘¿Solías jugar solo?’, pregunta Ana.
‘A menudo. Recuerdo que una vecina que estaba de visita me observó un rato mientras estaba ocupado con los trozos de cartón, murmurando todo el tiempo “eenentwintig, tweeëntwintig, drieëntwintig”. Y eso mientras no había ninguna tormenta cerca. Le parecí un niño bastante extraño, estoy seguro.
Pero a veces un amigo del barrio, Henny, venía a visitarme para jugar. Había creado su propio equipo.
Lo extraño fue que con el tiempo mis jugadores adquirieron una especie de carácter. Sentía cariño por ellos. Se convirtieron en mis amigos de cartón.’
‘Qué historia más interesante’, dice Ana. ‘Si hubieran existido videojuegos como Playstation en aquel entonces, nunca habríais creado ese juego.’
‘Efectivamente. Y si el tiempo en Holanda siempre hubiera sido agradable, habríamos jugado afuera. Beisbol de balancín fue el fruto del poder creativo del aburrimiento.’
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