sábado, 5 de agosto de 2023

¡Por fin!

¡Por fin me han confundido con un español! Bueno, esa no fue la primera vez. Pero esa primera vez no cuenta de veras, porque fue en el extranjero, durante nuestra luna de miel en Vietnam. Cuando una recepcionista de un hotel en Hanoi me preguntó dónde vivía y le respondí orgullosamente, 'Spain', exclamó con entusiasmo:
'You're Spanish! I love Spain!! I love Cristiano Ronaldo!!!'
Al menos ella pensaba que yo era tan español como Cristiano Ronaldo, con quien de todos modos tengo bastante en común.

Pero ser confundido con un español aquí en El Bierzo nunca había sucedido antes. ¿Cómo reconocen el guiri en mí tan rápido? De vez en cuando las personas me piden indicaciones en la calle, pero cuando las miro, noto que inmediatamente se arrepienten de haberse acercado a mí para esto.

Pero hace poco caminé después de un largo paseo hacia el centro por una calle que forma parte del Camino de Santiago. Una anciana con una carta en la mano estaba parada en una puerta.
‘Señor, ¿puede ayudarme? He recibido esta carta y no la entiendo en absoluto’.
Era su factura mensual de la compañía de agua, al parecer, con un montón de números y especificaciones. Esperé un momento a que se diera cuenta de que estaba tratando con un extranjero, pero no parecía darse cuenta. No dejaba de repetir que no entendía nada. Hice un intento de aclarar.
‘Es la factura mensual del agua. Mira, aquí está lo que has usado y creo que esa es la tasa y realmente no sé nada más.’
Sacudiendo la cabeza, escuchó mi explicación y susurró:
‘No entiendo nada.’

Entonces llegó el momento de mi salvación. Una pareja más joven vino de la casa contigua a la de ella. Al parecer, eran sus vecinos, pues la saludaron amablemente.
‘¡Buenos días, señora Fernández!’
Para mi consternación, la señora Fernández no continuó la conversación sobre la factura del agua con sus vecinos, sino que les devolvió un breve saludo, esperando aparentemente con impaciencia a que los dos se alejaran antes de volverse hacia mí:
‘No entiendo esta carta. "¿Sabes lo que debo hacer ahora?’

Traté de aclarar la información y finalmente la indiqué el número de teléfono que figuraba al pie de la carta. Luego nos despedimos. Cuando miré hacia atrás, vi que todavía estaba con la carta en la mano en la puerta, sacudiendo la cabeza. ¿Estaría esperando a otro transeúnte inocente, solo para tener una pequeña charla? ¡Claro que no! Se quedó allí digiriendo toda la información útil que acaba de recibir de un Berciano. Satisfecho, caminé a casa.