jueves, 21 de marzo de 2024

¡Peluquería!

Son las tres de la tarde del jueves. Estoy en la cocina con el delantal puesto, revolviendo la sartén. Es un plato que ya he preparado algunas veces y que hemos llamado stampota: una combinación de la palabra neerlandesa stamppot (patatas machacadas con una verdura, esta vez kale de tierras Bercianas) y pota guisada.
Entra mi esposa Ana. Está cansada y hambrienta después de un largo día de trabajo. “Huele bien, es stampota, ¿verdad?”, dice alegremente. Nos besamos. Me da un papel. "Mira, este folleto estaba en mi trabajo, por si no te apetece cocinar." Miro con un poco de sorpresa las fotografías en colores vivos de los platos de un restaurante de kebab. 
En realidad no es nuestra comida favorita, aunque en Holanda de vez en cuando comía pizza turca después de jugar al fútbol.
Le doy la vuelta al folleto e inmediatamente veo una palabra holandesa.
'¡¡El kapsalon ha llegado a Ponferrada!!', le grito entusiasmado a Ana. Ella me mira sin entender nada. Mientras comemos le explico la historia de este plato con un nombre peculiar. Pues, kapsalon significa peluquería.  

Todo empezó en 2003 en Róterdam, cuando el propietario caboverdiano de una peluquería pedía siempre el mismo plato en un snackbar turca. Consistía en todos los ingredientes disponibles: carne (shawarma o hoy en día también kebab), patatas fritas, queso, salsa de ajo y ensalada. El plato conquistó todo Róterdam, luego los Países Bajos y parece que también se encuentra en lugares lejanos como Indonesia y Vietnam. Y ahora incluso en Ponferrada. Eso significa que la conquista del mundo está completa.

“¿Pero piensas pedirlo alguna vez?”, pregunta Ana mientras sirve felizmente una segunda ración de stampota.

Desafortunadamente, el kapsalon no es realmente saludable para un hombre de 65 años que tiene que controlar su colesterol. Carne, queso, patatas fritas, salsa y un poco de ensalada para lavar el plato verde, todo es demasiado malo. Aún así, después de una larga caminata, algún día iré al restaurante de kebab y lo pediré, aunque sólo sea para escuchar cómo pronunciarán el nombre de este producto multicultural de tierra holandesa.

“¡Kapsalon”, intenta Ana. 
Suena bien.