martes, 14 de agosto de 2012

Mutriku


Este camping es ideal. Vistas al mar. El golfo de Vizcaya. A la izquierda abajo justamente se puede ver las últimas casas del puerto de Mutriku. Lo demás del pueblo está escondido en la verde bahía. Lentamente muere la tarde. Tomamos un último vasito de txakoli. Vino joven de aquí. Un jersey es necesario. Las noches vascas son más fresquitas que las del Bierzo. Estas son vacaciones como deben ser. Pues, bien, casi. Alrededor de mí estoy escuchando holandés.

Y pensé que lo había superado. Esta compulsión de evitar tanto como posible compatriotas durante un viaje. Recuerdo como la última vez que estaba en El Parque de Ordesa el placer de la caminata al lado de un arroyo corriente con muchas cascadas espectaculares era completamente destrozado porque tantas personas que iban en la dirección contraria me saludaban con: ‘Goedemiddag. Mooi hé’ (Buenas tardes. ¿Qué bonito, ¿no?) ¿Por eso había viajado más que 1500 kilómetros? Desde entonces borré El Parque de Ordesa de mi lista de destinos de viaje y lo sustituí por montañas más remotas. Pero holandeses están por todos lados.

Creo que muchos holandeses aquí en el camping comparten mi aversión contra encontrar compatriotas. Hace un rato, cuando estuve fregando los platos, se ponía a mi lado una mujer holandesa. De una manera los holandeses siempre nos reconocemos. A pesar de eso decimos, sea un poco dudosamente: ‘Hola’. Después fregamos silenciosos nuestros platos, ella con su cepillo holandés y yo con mi esponja. Cuando salí, dije ‘tot ziens’ (adiós), con lo cual quebré un código no escrito. Al volver con mis platos de plástico a la tienda, Ana me preguntó: ‘¿Hablaste un poco holandés?’ Ella sabe como lo echo de menos de vez en cuando. ‘No me gusta encontrarlos en vacaciones,’ respondí ceñudo. ‘Pues, la verdad es que el camping es muy tranquilo con todos estos holandeses,’ dijo. Era verdad. Ya eran las once de la noche, pero no se oía a nadie. La gente ya se acostaba.

Y ahora, mientras estamos disfrutando nuestro txakoli, hablamos sobre las diferencias en los caracteres de los pueblos. En mi opinión no hay tantas diferencias. Esta costa verde con lluvias atrae a un tipo de turista que es un poco más aventurero. Quieren descubrir la cultura y la naturaleza. Si vas a las playas con sol y discos vas a ver otro tipo de turismo. ¿Pero sabrán tus turistas tan aventureros que estén en el País Vasco?, pregunta Ana. Casi imposible no saberlo. En las calles de Mutriku hay por todos lados pancartas que llaman al traslado de los prisioneros del ETA al país vasco o que llaman a una amnistía total.

He aprendido que eslóganes en los muros no siempre representan lo que piensa la mayoría de la gente. En Ponferrada hay por todos lados eslóganes que dicen que El Bierzo debería ser gallego o que se debería hablar llionés. Pero la verdad es que nunca he encontrado a nadie en El Bierzo que de veras piensa que ser o hablar gallego o lionés es de verdad tan importante. Tengo la impresión que se trata de muy pocas personas, quizás solamente dos, que andan por las calles nocturnas de Ponferrada para rayar o borrar con typp-ex los eslóganes del otro y sustituirlos por los de su nación preferida. Hasta puede ser que se trata de una persona sola. Alguien con la personalidad desdoblada. ‘Humor holandés’ es la reacción de Ana a mi perorata. Siempre dudo si esto es una cualificación positiva o negativa.

En el país vasco las cosas parecen ser diferente. Los carteles están colgados en ventanas de casas privadas. También en celebraciones oficiales se ve carteles sobre el regreso de los prisioneros del ETA al país vasco. Para un guiri esto muestro de solidaridad con un movimiento violento y ultranacionalista es incomprensible. A veces provoca sentimientos incómodos. Ayer estuvimos en el pueblo de Orio para ver la regata de las traineras. El equipo de Orio ganó y esto se celebró en la plaza central. Daban a toda la gente un papelito con un texto en vasco para cantar. Probamos entender el texto, pero era imposible. Entonces, no cantábamos. Porque nunca se sabe de que se trate.

De pronto suena: ‘¡schchss!’ ¿Holandeses? ¿O los españoles de la tienda a la izquierda? En todo caso, el mensaje es claro. ¡Silencio! Stilte! Estamos hablando con voces demasiadas altas. Callados cogemos nuestros neceseres y andamos en la dirección del edificio de los baños.


1 comentario:

  1. Siempre me ha parecido curioso eso de encontrar holandeses en cualquier sitio al que vayas, por pequeño o remoto que sea! Con lo pequeño que es el país cundís más que el arroz (esta expresión igual te la tiene que explicar tu chica)

    También me parece curioso que odieis tanto el encontraros otros tulipanes en vuestros viajes. Yo prefiero un camping lleno de holandeses a uno lleno de españoles. Seguro que es mucho más tranquilo

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