Y ahora viene lo más sorprendente para un guiri holandés: en todo el pueblo Montefurado no había ningún bar, ningún restaurante, ni un café pudimos comprar. Muchas casas ya estaban abandonadas. Nos preguntamos hasta cuando el pueblo existirá. La gente del pueblo estaba sentada alrededor de un mirador con vistas sobre el valle y nos invitamos de venir a ellos para disfrutar el paisaje. Un sitio estupendo. Pudimos ver el túnel romano al fin del valle. Mientras estábamos allí hablando sobre el pueblo, su pasado, su difícil futuro y la falta de facilidades turísticas, me probaba imaginar el aspecto de un pueblo holandés con semejante atracción histórica: todas las casitas restauradas con jardines rastrillados, al menos dos snackbars, una crepería, varios bares y restaurantes con terrazas, una granja infantil y por todos lados indicaciones de rutas para bicicleta o andar.
En toda España se puede encontrar a estos pueblos que por la emigración hacía las ciudades se quedaban (medio) vacíos y destrozados. También aquí en El Bierzo los hay, a veces a una distancia de Ponferrada que se puede andar o ir con bici. Un pueblo desolado también tiene su encanto, debo decir. La madera quebrada de los balcones, la naturaleza que lentamente toma posesión de las casas. Pero también da tristeza. A veces se trata de pueblos con una historia próspera, a juzgar por las casonas y las a veces exageradamente inmensas iglesias.
Hasta una ciudad como Ponferrada no escapa del deterioro. Por ejemplo, El Rañadero, la calle que sube desde nuestra calle hacia el casco antiguo, pudiera fácilmente ser una de las calles más guapas de la comarca. No lo es. Grafiti, casas vacías en ruinas, huecos donde una vez había una casa. Dónde hace unos años había un fuego todavía quedan los restos quemados de la casa, con unas vallas para proteger los paseantes de piedras que pueden caer.
¿Por qué no se hace más esfuerzo por mantener los cascos históricos de las ciudades y los pueblos? De una manera el dinero iba a la dirección equivocada. El conglomerado de políticos, bancos y promotores inmobiliarios tenía más interés en un gran proyecto de urbanización como La Rosaleda en Ponferrada. Este barrio nuevo está construido como si se esperaba una ola de nacimientos o inmigración. Ahora todavía muchos pisos están sin vender. Quizás hubiera sido posible invertir el dinero en mejorar la infraestructura de los pueblos para hacerlos aptos para el ciudadano moderno y a la vez turísticamente atractivos. La escena callejera no necesariamente sufre de una restauración de las casas como muestra el pueblo Peñalba de Santiago.
¡Pero que no restauran todos los pueblos! Para los que lo saben apreciarlo, un pueblo caído en la monte, dónde se puede contemplar como la naturaleza reconquista pacientemente el terreno perdido a los humanos, tiene su encanto especial.
Montefurado
Un palacio abandonado en El Bierzo
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