martes, 14 de marzo de 2017

La anécdota ocultada

Lo hice temprano esta vez. Duraba bastante tiempo hasta que llegaron los documentos por correo electrónico, pero una vez que los recibí, ya hace dos semanas, fui inmediatamente a la papelería Ofimay para imprimir mi tarjeta electoral y después a la oficina de correos al otro lado de la Avenida de América para enviar mi voto para las elecciones de 15 de marzo.

Ya vivo casi hace ocho años en El Bierzo, pero todavía soy suficiente holandés para poder participar en las elecciones holandesas y sobre todo me siento suficiente europeo para no perder la oportunidad de votar en favor de una Europa unida y progresista, ahora que en tantos países reina el vandalismo electoral. Solamente España parece escapar de esta tendencia. Aquí no hay un partido derecha populista, anti-inmigración y antieuropeo. Muchos comentaristas piensen que es por los recuerdos tan vivos de la dictadura de Franco con todo su retórica nacionalista; yo mismo creo es porque tantos españoles leen mi blog; pues bien, la verdad será como siempre en algún lugar en el medio.

La última vez que visité Holanda era en septiembre del año pasado, cuando me alojé como siempre en la casa de mi viejo tío Jaap (pronuncia como Yap) en el barrio Osdorp en el oeste de Ámsterdam. Septiembre es el mes en lo cual el parlamento discuta los planes del gobierno para el año que viene. Me extrañó mucho oír en la tele tantos políticos y comentaristas hablar sobre todos los graves problemas sociales que tendría mi patria tan próspera, mientras por la ventana vi a muchos habitantes de aquel barrio multicultural disfrutándose del sol de otoño para pasear, ir con bici o hacer jogging al lado del canal. Los asistentes de la Ambulancia de los Animales salvaron a un cisne herido del agua. En el dormitorio la persona de ayuda a domicilio de origen marroquí estaba haciendo la cama de mi tío.

El domingo siguiente fui con bici al centro de Ámsterdam para ir a la fiesta del 50º cumpleaños de una vieja amiga, que era para mí la oportunidad ideal para ver muchos amigos y conocidos. Desde luego, brindamos muchas veces por la salud de la cumpleañera y después brindamos por otras cosas que ya no me recuerdo. En Ponferrada bebo menos alcohol que solía hacer en Ámsterdam; aquí solamente bebo más de tres cañas seguidas cuando salgo con mis amigos guiris. Entonces, ya no puedo resistir tanto alcohol, lo que noté después de la fiesta cuando me tambaleé hacia mi bici y me resultó difícil quitar el candado. Estaba bastante bebido. Ya era demasiado tarde para coger un tranvía y los taxis en Holanda son impagables, pues me fui con bici, concentrándome mucho para ir tan recto como posible. Mucha gente en Holanda pensaría que es una mala idea ir con bici en la noche y además bastante bebido por el barrio Ámsterdam Oeste, que es por excelencia el suburbio de los inmigrantes, pero nací en este barrio y todavía me siento a gusto allí, a pesar de todos los cambios que había. Ya cerca de la casa de mi tío sucedió. En una intersección venía un coche de la izquierda, paré, pero mi pie se aprisionó entre mi pedal y el cuadro de la bici, es absolutamente ridículo que hay tan poco sitio allí para moverte los pies, y caí sobre el suelo. El coche paró y el conductor venía hacia mí mientras preguntaba con un acento árabe: ‘¿Todo bien, señor?’ Mascullé que sí y empecé a montar mi bici otra vez. El chico me miró un momento preocupado y volvió a su coche mientras meneaba la cabeza.

Esta debería ser una anécdota de nada: un hombre borracho cae de su bici; alguien le pregunta si todo va bien. Pero en estos tiempos turbulentos necesitamos noticias positivas, creo yo, como contrapeso a todos los prejuicios que circulan. La verdad es que no hablé de mi caída con casi nadie. Esto era por vergüenza y también por un cierto orgullo de mi identidad nacional. Un verdadero holandés no cae de su bici aunque haya bebido demasiado. Quizás es que me he integrado demasiado en la sociedad española durante los últimos años. Es sabido que los españoles caen con frecuencia de sus bicis alquiladas cuando visitan Ámsterdam.

El día siguiente fuimos con la familia a comer algo en el barrio Osdorp, donde encontramos un pequeño restaurante turco con una terraza. Que el viejo hombre que nos sirvió no podía hablar ni una palabra en holandés no nos importaba mucho. La carta era en holandés y tenía fotos de todos los platos. Que allí no sirvieron alcohol me convenía en aquel momento bastante bien. Mi cuñada y yo pedimos una sopa de lentejas; mi hermano y mi tío una sopa de pollo. Era delicioso.


5 comentarios:

  1. Es increíble ver tu soltura con el español y lo bien que redactas en una lengua tan ajena a tu lengua natal, espero algún dia cercano poder expresarme en Holandés como tu lo haces en Castellano.

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    1. Antes de publicar lo leí en voz alta a mi mujer (como siempre)y ella me corrigió algunos errores.

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  2. Me encanta leer tu perspectiva! Un abrazo desde tulipandia!

    PE. Yo también me he caido de la bici por culpa del alcohol....

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    1. Cuidado con alcohol y bici. Un abrazo desde El Bierzo en plena primavera.

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  3. Me ha tocado, alguna vez, pastorear a algún borrachillo en Ámsterdam sentado en una bici (cosas que pasan).

    Eso sí: cuando le explicas a los españoles que hay controles de alcoholemia para la gente que va en bici, todavía se creen que les estoy tomando el pelo :-))

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