viernes, 28 de abril de 2017

De viaje con mi tío

No era solamente mi tío. Tío Jaap (pronuncia como Yap) era un amigo y en cierto sentido mi ejemplo. Todavía tengo y utilizo la guía de aves que me dió cuando cumplí diez años, porque yo parecía haber mostrado algún interés en conocer los nombres de los pájaros en los parques de Ámsterdam. Así era tío Jaap; era el miembro de  la familia que nos estimuló a estudiar, leer y viajar. 

A mis padres no les gustaba viajar y menos al extranjero. Mi madre había estado una vez en Bélgica cuando todavía vivía en el barco de mi abuelo y mi padre había pasado un tiempo muy duro como trabajador forzado en Alemania durante la segunda guerra mundial. Desde entonces los bosques en el este de nuestro pequeño país ya estaban suficientemente lejos para mis padres. Era mi tío Jaap quien traía de sus viajes de vez en cuando un pedacito del extranjero a nuestra casa. Nunca olvidaré una cierta noche de San Nicolás, la fiesta de 5 de diciembre cuando es costumbre dar regalos anónimos unos a otros, muchas veces de burla o con un poema. Esta vez mi madre abrió un regalo para ella que contenía una extraña substancia blanca. Yo, cómo chico de 12 años dije: ‘Quizás está un regalito escondido dentro, mama.’ Mi madre empezó a hurgar la substancia hasta que mi tío se despertó de sus pensamientos y gritó: ‘¡Es queso francés!’ 

En el año 1976, cuando tuve 17 años, mi tío opinaba que mi hermano mayor y yo necesitábamos ver más del mundo. Nos llevó con su coche a Francia. Para nosotros era el primer viaje al extranjero. Un mundo se abrió. Tío Jaap nos enseñó como pedir en francés comida, bebidas y la cuenta, tradujo los menús con tantas platos desconocidas y nos explicó el orden en el cual teníamos que comer los quesos franceses de postre: desde suave de sabor hacia más fuerte terminando con el roquefort. Nos enseñó el placer que puede dar el viajar. El pueblo dónde nos quedábamos en el camping municipal se llamaba Salles Curan; me gustaría volver allí una vez; a ver si todavía existe aquella panadería con la tarta de ciruelas.
En Francia en 1976
Muchos años más tarde, en 2001, era yo quien llevaba a mi tío de viaje. Fuimos a China, Beijing. Tió Jaap ya era un poco mayor, casi 71, pero disfrutó del viaje y estaba completamente abierto para esta aventura en esta cultura tan ajena a la nuestra (en la cual nos ayudaba mucho mi amiga Marike, que ya vivía allí desde hacía muchos años). Desde luego visitamos la Gran Muralla y los templos y palacios. Nos reímos mucho cuando alquilamos  en la Ciudad Prohibida unos auriculares con un audio tour en inglés con la voz de Roger Moore. ¡James Bond explicando la cultura china!

En China en 2001
El último viaje que hicimos juntos que quiero recordar aquí fue a El Bierzo. Todavía no vivía aquí, pero lo estuve considerando y pasé todas mis vacaciones en Ponferrada. Sentí la necesidad de oír la opinión de tío Jaap; de tener su aprobación.  A mi mujer Ana ya la conocía: en los años ochenta cuando Ana y yo éramos solamente buenos amigos ya habíamos cenado en la casa de tío Jaap. Desde entonces de vez en cuando me daba el consejo: ‘Si una vez puedes empezar algo con aquella chica española, Roland, hazlo.’

Le llevamos a Las Medulas, desde luego, porque a él, como profesor de historia, le gustaría esta explotación minera de oro romana. Visitamos los puebles más emblemáticos de El Bierzo como Villafranca, Peñalba de Santiago y Molinaseca. En este último pueblo fuimos a nadar en el río aunque el agua era un poquitín demasiado fría para mí tío y las piedras en el río eran demasiadas duras e irregulares para sus viejos pies. Comimos en El Palacio de Canedo y era allí dónde mi tío dijo: ‘Este es el mejor entrecote de mi vida’. Cuando unos días después en la casa de mis suegros probó con mucho gusto el temido botillo berciano, todo era claro: mi tío aprobó al giro que tomará mi vida.
En El Bierzo en 2007

Mi tío murió el jueves 13 de abril en un hospital en Ámsterdam en presencia de mi hermano Willem, su mujer Els, mi mujer Ana y yo.
Su muerte deja un gran hueco en nuestras vidas; por suerte nos quedan los recuerdos tan bonitos.

6 comentarios:

  1. Buenas,

    Lamento las malas noticias: es interesante rememorar los episodios bonitos y alegres de alguien que nos deja (elegimos qué sentir: la muerte no es negociable, pero la alegría y los buenos recuerdos sí).

    Gracias por compartir la historia.

    Paquito.

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  2. Sin duda un homenaje a tu tío Jaap. Buen criterio tenía.
    D.E.P.

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  3. Siento mucho la pérdida de tu tío aunque no tuve el placer de conocerlo, con tus palabras creo que ya lo conocí, soy de la opinión de que nadie realmente muere hasta que su memoria desaparece con la muerte de sus queridos, así que Jaap te deseo muchos años de vida y me permito hacer un paralelismo con mi abuela que murió ya hace unos años dejando una honda huella y recuerdo que vivirán hasta que yo mismo desaparezca. va por todos ellos!

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    1. Todos vamos a ser nada más que un recuerdo. ¡Hasta este momento llegue, brindamos a la vida!

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