No hace mucho que escuchaba casi con lástima los relatos de mis compatriotas sobre Holanda, con estos partidos populistas que hablan tanto de la ‘identidad nacional’ y tsunamis de musulmanes. Aquí en España, en El Bierzo en todo caso, había sobre todo un nacionalismo inocente que no se dirigía contra los inmigrantes o Europa. Más bien se trataba de estar orgulloso de los éxitos deportivos, la calidad de la vida, las tradiciones y, sobre todo, la gastronomía. Pero cuando ahora miro hacia afuera por la ventana veo banderas españolas colgando de la ventana de los vecinos en protesta contra los separatistas catalanes. Estamos a unos 900 km de Cataluña. Colgar la bandera como protesta no parece muy útil. Sin embargo, hay bastantes. En otros lugares en España habrá todavía más. Todo el país se halla sumido en los sentimientos nacionalistas de los catalanes y de los españoles.En las salas de estar, los bares y las calles de Ponferrada la cuestión catalana desplazó los tres temas de conversación principales: los problemas de salud, el fútbol y el tiempo. Ayer subí en el ascensor con mi vecino de arriba. Este no se podía contener más: ‘Ahora quiero saber lo que piensas tú, como extranjero, de todo lo que está pasando en Cataluña.’ Después hablamos media hora en el rellano de la escalera sobre los acontecimientos absurdos. Puigdemont acababa de huir a Bélgica y los consellers estaban en prisión. ‘Parece un poco a una serie de la televisión en la cual el guionista, después de un principio emocionante, no sabe muy bien cómo continuar e inventa los cambios de rumba más extraños,’ dije, pensando en Amar Es Para Siempre. Estuvimos de acuerdo en que no se puede declarar la independencia en base de un referéndum en lo cual solamente unos 42% de los votantes participaron, pero que la violencia policial y el encarcelamiento de los concellers y los Jordis eran contraproducentes y escabrosos. Con esta opinión mi vecino se mostró bastante moderado. Muchos españoles se sienten casi personalmente ofendidos por los separatistas.
Por cierto, la guerra de propaganda continuará. Por ahora seguimos teniendo todas estas banderas en las calles, videos con la misma música de fondo, políticos y activistas encarcelados y la monotonía de tener todo el tiempo el mismo tema de conversación.

Fake news: lo peor es que funciona (que se lo digan a los ingleses con el Brexit, a los yankees con Trump, a los franceses con Le Pen o, mismamente, a los holandeses con Wilders).
ResponderEliminarTiempos tristes, donde los hechos, opiniones y mentiras, no son fácilmente distinguibles.
Buena reflexión: gracias por compartirla.
Gracias, Paquito.
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